lunes, 12 de octubre de 2009

Yo pisare las calles nuevamente










23/02/09
22:50
En viaje de Mendoza a Santa Rosa (Argentina)


“Yo pisare las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes”. Las calles de Santiago las tendremos que pisar nuevamente, porque apenas si las pisamos. Llegamos como a las 6 de la mañana a la capital de Chile, todo era raro en el lugar a esa hora, vi una pared gigante, vi una especie de fábrica abandonada y que el colectivo se metía ahí dentro, después no sé cómo aparecimos en la terminal.
La estación de omnibus a esa hora estaba bastante desolada, muy desolada, demasiado. El clima del lugar era muy diferente al de Retiro, en Bs As, donde hay un mundo viviendo ahí dentro las 24 horas del día. En las pocas boleterías que había abiertas a esa hora, empezamos a preguntar para ir a Argentina, había una que salía a las 8 para Mendoza. Empezó la terrible odisea de intentar sacar plata de un cajero. Probabamos en uno, en otro, en otro, en todos los que había en la terminal y ninguno le daba pesos chilenos a Alvarito. Preguntamos por algun banco, y salimos a la calle con los bolsos a cuesta y toda la mufa del mundo a intentar una y otra vez hacer la transacción. Para colmo la casa de cambio no abría hasta las 10 y pico, o sea que ibamos a estar un buen rato varados en la terminal porque no teníamos ni un peso chileno.
Volvimos al banco y la misma historia, carabineros que no sabían dónde había un banco, otros que ni siquiera sabían que había cajeros dentro de la terminal, poco a poco empezaba a amanecer, nos mandamos otra vez a la calle, de nuevo a la terminal. Allí hablando otra vez con un milico que parecía no entender español, nos dijo que esa no era la terminal internacional, que para viajar a Argentina teníamos que ir a otra. De nuevo ganamos la calle, caminabamos por la Alameda, veíamos esos enormes colectivos con fuelle que doblaban a fondo la avenida casi sin pasajeros adentro. Encontramos la terminal y una empresa que nos llevaba a Mendoza antes de las 8, por un precio mucho más barato que la de la otra terminal. Pero el micro estaba por salir, y no teníamos plata, no agarraban mis pesos argentinos. Decidimos probar suerte una vez más en el cajero, y le dije a Alvaro que no pidiera ticket de la transacción al final, porque siempre lo había pedido y nunca se lo había dado. Pasó lo mismo que pasaba cuando uno soplaba los cassette de la family y después salían andando, el cajero nos dio la plata.
Sacamos los pasajes y con lo que sobraba nos compramos unas empanadas fritas, unos jugos y un par de idioteces más para no regresar al país ni siquiera con un centavo chileno. Después nos dimos cuenta que si nos querían cobrar el bendito derecho de terminal no ibamos a tener con qué pagarlo, por suerte en Santiago no se abusan de la nobleza de uno. En el micro nos dieron un buen desayuno, así que llenamos algo más la panza. Dejamos Santiago atrás virgenes se podría decir de la capital chilena. No tardó en chocarnos la cordillera de los andes, la columna vertebral del continente y del mundo, la cadena montañosa que San Martin cruzó para liberar America del yugo español que hoy vuelve a someternos con telefonica, repsol, y demás multinacionales tan chupasangres como los monarcas y conquistadores de antaño.
La vista de los andes fue mucho más hermosa de lo que podía imaginar, cuando creía que todo lo hermoso ya había quedado atrás, el camino nos dio una nueva alegría. Pasamos la frontera y por fin regresamos al país. Es increible lo que se siente al regresar a la patria, más allá de los politicos y las botineras este es un gran país, el de Piazzolla, Borges, Cortazar, el de todos los heroes anominos que se deslomaron y nos deslomamos laburando para que los gobiernos de turno hagan mierda todo el sacrificio de la gente.
Llegamos a Mendoza, la antigua capital de Cuyo es una ciudad muy linda, muy tranquila comparada con Bs as. En la terminal ni bien llegamos, y como veníamos haciendo en los últimos días, empezamos a averiguar para volver a Casares. Terminamos sacando pasajes a Santa Rosa, dejamos los bolsos en la agencia a la que le compramos los tickets y nos fuimos para el centro. El que nos vendió los pasajes nos recomendó un shopping en el que iba a haber más movimiento que en ningún otro lado de la ciudad, así que nos tomamos un bondi y allí nos dirigimos.
Más que nada nos dedicamos a boludear y a mirar la belleza inverosimil de las mujeres argentinas. Me comí un buen pedazo de matambre a la pizza, y después un helado de 9 pesos que no pude terminar, por primera vez en el viaje y sabiendo que las cuentas daban para eso, empece a derrochar. Volvimos a la terminal con tiempo de sobre para tomar el micro, la verdad que es bastante cómodo, aunque es más caro, -mucho más caro-, la mayoria de las veces en Argentina se viaja mejor que en el resto de los países que visitamos. Llegaremos a Santa Rosa a eso de las 6 0 7 de la mañana, así que calculo que no vamos a tener ningún tipo de problemas en conseguir boletos para regresar a Casares.

martes, 6 de octubre de 2009

La arena de los relojes hizo crecer el desierto









22/02/09

21:34

En viaje a Santiago (Chile)


Es imposible que un pais sea tan largo y la vez tan finito como Chile. Llevamos más de un día viajando en línea recta y todavía ni estamos cerca de Santiago, que es algo así como el ombligo del país. Pero al mismo tiempo, la ruta que corta al medio el desierto nos permite ver las cumbres heladas de la cordillera de los Andes, y las aguas infinitas del océano pacífico. Si se ensanchara un poco más la cordillera o crecieran algo las aguas del océano, el país desaparecería.

No sé cuántas veces nos bajamos en la noche en distintas aduanas a que nos revisaran los bolsos, no sé qué temen, la verdad que rompen bastante las bolas. Dormir era dificil igual por el calor propio del averno que hacía en el micrucho este que ya se ha convertido en nuestro segundo hogar. Amanecimos en alguno de los contados pueblos o ciudades que hemos visto a lo largo de los dos mil y pico calculo de kilometros que llevamos hechos. El micro paró allí y después, cuando subimos nuevamente al bólido, empezó la peor maratón de cine, -si a eso que nos ponían se le puede llegar a llamar así-, que he visto en la vida. Una película mala, terriblemente mala tras otra, y así pasamos toda la mañana. El paisaje era el desierto más árido y desagradable del mundo, el de Atacama. No sé cuántos millones de años dicen que hace que no llueve en el lugar, pero cuando uno lo ve da para pensar que no llovió nunca desde la explosión inicial del universo.

El paisaje es asquerosamente pornografico, polvo, polvo y más polvo, ni siquiera los cactus se animan a asomarse entre el desierto más desierto de todos. Cerca del mediodía nos dieron un poco de arroz para comer, menos mal que llevabamos agua y algunas galletitas en las mochilas. La tarde fue lo mismo, calor, películas terriblemente malas, y desierto, en un momento dado le dije a Alvarito que tendrían que poner algún dvd de música, “el unplugged de Kiss”. Al rato ocurrió algo, terminó una de las tantas películas insoportables, y la pantalla se iluminó con una clave de sol, y si el viaje era bastante pesadillezco parecía que nada lo podría empeorar, las siguientes dos horas y media los chilenos nos aturdieron con un recital de regaeton, -no sé si la peor música que nunca jamas hizo el hombre se escribira así y no me importa para nada-.

A la tardecita llegamos a La Serena, el micro frenó en la terminal y los choferes dijeron que iba a estar cerca de una hora detenido, con Alvaro nos fuimos a un Shopping, nos pegamos una buena lavada de manos y cabeza en el baño, y después boludeamos un rato ahí dentro, por lo poco que vimos de la ciudad era bastante linda, vi unas haches de rugby desde la ventanilla del micro cuando este partía y me dio algo parecido a la nostalgia.

La cena fue peor que el almuerzo, apenas si me metí a la boca algunos granos de arroz que estaban cubiertos de alguna sustancia que parecía no ser de este planeta. No tengo la menor idea de cuándo iremos a llegar a Santiago y tampoco sabemos muy bien qué haremos después, pero por el momento lo que más deseamos es el fin de este viaje.