22/02/09
21:34
En viaje a Santiago (Chile)
Es imposible que un pais sea tan largo y la vez tan finito como Chile. Llevamos más de un día viajando en línea recta y todavía ni estamos cerca de Santiago, que es algo así como el ombligo del país. Pero al mismo tiempo, la ruta que corta al medio el desierto nos permite ver las cumbres heladas de la cordillera de los Andes, y las aguas infinitas del océano pacífico. Si se ensanchara un poco más la cordillera o crecieran algo las aguas del océano, el país desaparecería.
No sé cuántas veces nos bajamos en la noche en distintas aduanas a que nos revisaran los bolsos, no sé qué temen, la verdad que rompen bastante las bolas. Dormir era dificil igual por el calor propio del averno que hacía en el micrucho este que ya se ha convertido en nuestro segundo hogar. Amanecimos en alguno de los contados pueblos o ciudades que hemos visto a lo largo de los dos mil y pico calculo de kilometros que llevamos hechos. El micro paró allí y después, cuando subimos nuevamente al bólido, empezó la peor maratón de cine, -si a eso que nos ponían se le puede llegar a llamar así-, que he visto en la vida. Una película mala, terriblemente mala tras otra, y así pasamos toda la mañana. El paisaje era el desierto más árido y desagradable del mundo, el de Atacama. No sé cuántos millones de años dicen que hace que no llueve en el lugar, pero cuando uno lo ve da para pensar que no llovió nunca desde la explosión inicial del universo.
El paisaje es asquerosamente pornografico, polvo, polvo y más polvo, ni siquiera los cactus se animan a asomarse entre el desierto más desierto de todos. Cerca del mediodía nos dieron un poco de arroz para comer, menos mal que llevabamos agua y algunas galletitas en las mochilas. La tarde fue lo mismo, calor, películas terriblemente malas, y desierto, en un momento dado le dije a Alvarito que tendrían que poner algún dvd de música, “el unplugged de Kiss”. Al rato ocurrió algo, terminó una de las tantas películas insoportables, y la pantalla se iluminó con una clave de sol, y si el viaje era bastante pesadillezco parecía que nada lo podría empeorar, las siguientes dos horas y media los chilenos nos aturdieron con un recital de regaeton, -no sé si la peor música que nunca jamas hizo el hombre se escribira así y no me importa para nada-.
A la tardecita llegamos a La Serena, el micro frenó en la terminal y los choferes dijeron que iba a estar cerca de una hora detenido, con Alvaro nos fuimos a un Shopping, nos pegamos una buena lavada de manos y cabeza en el baño, y después boludeamos un rato ahí dentro, por lo poco que vimos de la ciudad era bastante linda, vi unas haches de rugby desde la ventanilla del micro cuando este partía y me dio algo parecido a la nostalgia.
La cena fue peor que el almuerzo, apenas si me metí a la boca algunos granos de arroz que estaban cubiertos de alguna sustancia que parecía no ser de este planeta. No tengo la menor idea de cuándo iremos a llegar a Santiago y tampoco sabemos muy bien qué haremos después, pero por el momento lo que más deseamos es el fin de este viaje.
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