miércoles, 23 de septiembre de 2009

Están hablando del faso






20/02/09
5:45
Lima (Perú)


Que la capital de un país no tenga terminal de omnibus es una de las cosas más ilógicas y desagradables que le pueden pasar a un viajero. Eso complica mucho las cosas. Nos pasamos la mañana de agencia en agencia de turismo en el centro, tratando de conseguir dos pasajes en micro para Tacna, nuestro esfuerzo fue infructuoso, no conseguimos nada. En uno de los localuchos esos que hay frente a la plaza San Martin donde ofrecen pasajes, un pobre tipo ya nos había vendido 2 tickets, le dimos la plata y los documentos, hizo un par de llamadas, se fue y nos dejó solos en su oficina, escuchando rock nacional de Argentina por una radio peruana. ¡Qué placer oir una canción de Los Abuelos de la nada! Al rato el pobre tío regresó con la cara más triste que ví en la vida, diciendo que no había podido conseguir los pasajes. Yo no tengo corazón, pero en verdad daba lástima ver a este señor devolviendonos los soles.
Almorzamos en Norkis, un local de comidas rapidas de la peatonal, por 10 soles comimos carne, papa fritas, gaseosa, ensalada, y helado de postre. Una belleza los precios de la gastronomía peruana. Volvimos al hotel a rentar de nuevo nuestra habitación, habían cambiado las sábanas y limpiado todo el cuarto, al menos una buena, agarramos la ropa de playa y nos fuimos una vez más a Miraflores. El día en la playa fue igual que el anterior, casi ni nos metimos al agua hermosa del pacífico porque las piedras de la playa nos destrozaban los pies. A la tardecita, al regresar, pasamos por el mismo supermercado del día anterior a comprar fiambre y pan para hacer una picadita antes de salir.
Esta vez no nos intoxicamos como la noche anterior con la comida, y después de comer ni se nos ocurrió tirarnos en la cama, nos cambíamos, nos fuimos a tomar un bondi para ir a Miraflores, y después de un buen viaje, nos bajamos en medio de la famosa noche limeña.
A mí, a diferencia de Alvarito, no me gusta mucho la joda que puede ofrecer una ciudad de noche, pero igualmente estoy en condiciones de decir que la noche de Lima no vale nada. Ibamos caminando, pispeando todo lo que había para ver, pasando de largo un local más careta que el otro, cuando de repente, escuchamos a un pseudo Pablo Milanes cantando en un bar, acompañado con un cajón peruano, un guitarrista y un bajista. Era el pub más cheto que habíamos visto hasta el momento, pero la fuerza del bolero que el pseudo Pablito cantaba nos obligó a entrar.
Era una gran canción, nos trajeron la carta, los precios eran inaccesibles para nuestros bolsillos, pedimos lo más barato, 2 chops de Cristal por 9 soles cada uno, casi el almuerzo de la mañana. El bolero terminó y los músicos dejaron el escenario y se fueron a comer afuera. La desgracia que siempre me persigue. Encima después esperanzados quién sabe por qué cosa, nos pedimos 2 chops más para contemplar el resto de un espectáculo que nunca continuó. El lugar era horrible, lleno de gatos y de viejos que se llevaban a los gatos en sus coches importados. No creo hablar desde la envidia.
De allí empezamos a elegir con más criterio el próximo sitio al que visitar, nos levantamos de un par de lugares donde los precios eran astronómicos, y al fin encontramos nuestro sitio. Una pizzería de mala muerte donde la jarra de litro y medio valía 12 0 15 soles. El clima bizarro de la pizzería me caía 10 puntos. Las caripelas más aterradoras de Lima, -incluidas las nuestras-, estaban sentadas tomando cerveza en jarra en el lugar, había una especie de narcotraficante rodeado de mujeres, y el gordo más gordo de Perú cantando 2 boleros por 5 soles.
Después de que nos cerraran el lugar fuimos a un par de boliches que no valían nada, encima no levantamos nada y seguimos tomando cerveza Cristal medio caliente. Alvarito que venía canchero de Cuzco, al salir conmigo se le cayó el autoestima. Es impresionante la cantidad de falopa que te ofrecen, es como en la peatonal de la ciudad, cada dos pasos algún chabón que te dice si querés faso, coca, ácido, y no sé cuàntas cosas más. Indigna el “Argentino. Brother. ¿Quiere fasito?”. Pasan los días y uno no se acostumbra.
Como a las 4 ya no quedaba ni el gato en la zona. Nosotros teníamos que esperar que se hicieran las 5, o la hora que fuese en que los micros empezaran a pasar por el lugar para regresarnos al centro. La oferta de putas cotizaba alto tambien, pero a nosotros nos ofrecian más droga que carne. No sé qué tendremos en la cara. Empezamos a dar vueltas por todo el lugar, encontramos abierto el supermercado de los sandwiches de la tarde, nunca fuimos más felices que al comprobar que el lugar no cerraba nunca. Pero cuando fuimos al sector del pan y del fiambre, estaba todo cerrado. No sé qué venderan a las 4 de la mañana. Nos fuimos hasta la playa, anduvimos por cualquier calle, pero cada cierta cantidad de cuadras siempre aparecía un policia, es un lugar muy seguro, cualquier lugar es más seguro que Argentina, pero al menos en Miraflores y en el centro, Lima es muy segura.
En el shopping al que ibamos a la tarde, había un boliche, y todos los chetos adolescentes de la ciudad, salían del boliche a esa hora. Los vimos un rato a falta de tener nada mejor que hacer. Después volvimos para la zona en la que habíamos salido para ver si empezaban a pasar los bondis. De a poco iban apareciendo pero ninguno nos llevaba a donde ibamos, Alvaro se durmio sentado en el cordón de la vereda y casi se desnucó contra el asfalto. Al rato cayó el micro, nos subimos, nos dormimos en el camino pero por suerte despertamos justo a tiempo para bajarnos. Camino al hotel nos corrió un perro. Espero que mañana consigamos pasajes para irnos de una vez por todas de Lima.

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