domingo, 6 de septiembre de 2009

Ruta 666





16/02/09
21:51
En viaje de Cuzco a Lima (Perú)

Serían las 6 de la mañana cuando me desperte aturdido por la lluvia ensordecedora que caía. Abrí los ojos y me acomodé un poco en la cama. Me parecía demasiado potente la lluvía, como si estuviera cayendo dentro de la pieza. Ahí caí en la cuenta de que la ducha que había dejado abierta antes de acostarme estaba haciendo estragos en el baño. Me levanté a cerrar las canillas y volvi a dormir hasta eso de las 9 cuando nos levantamos. Alvaro se fue a desayunar y yo me di flor de baño, el mejor desde que salí de Casares hace apenas dos semanas, pero parece que fuera hace siglos.
Dejamos el hotel y nos fuimos a recorrer las calles de Cuzco por última vez. Anduvimos por el centro, yo cambié plata y llevé a pasar las fotos a un cd para tener lugar en la cámara. Nos encontramos con Gordon frente a la plaza de armas, en las escalinatas de una de las catedrales. Charlamos un rato y nos fuimos a sacar los pasajes para viajar a Lima.
Almorzamos en un barcito, encontramos muy buenos precios y nos hicimos la cabeza con todo lo que ibamos a comer, sin embargo las 2 empanadas que nos comimos cada uno supuestamente de entrada, tenían cada una el tamaño de media tarta y nos llenamos con eso. Encontramos una especie de mimercado para turistas e hicimos unas buenas compras, aunque endulsados por el consumismo compramos cosas innecesarias, como una botella de Electroligth, el Gatorade peruano.
Anduvimos un rato más a las vueltas hasta que se nos hizo la hora del viaje y volvimos al hotel para agarrar los bolsos y partir. Nos tomamos un taxi, un autito finito como una moto con sidecar en el que apenas entrabamos con los bolsos. El chofer tenía muy buena onda, se despacho contra los chilenos, a los que odiaba porque el gobierno les permitía instalar empresas y negocios en Perú sin pagar impuestos. Después le hablamos del Cienciano y nos lo compramos. Contó cuando vino Boca a jugar a Cuzco, que nos ganaron, -no lo recuerdo yo-, dijo que nunca vio a nadie correr como Riquelme, -sic-, y soltaba el volante para mostrar cómo el Pato Abondanzieri volaba de palo a palo. Tambien contó cuando le ganaron a las gallinas la final de la sudamericana. Nos llevó hasta la terminal, un viaje del carajo por dos soles cincuenta, un fenómemo.
La terminal de Cuzco en nada se parecía a lo que recordaba de la noche en que llegamos, es bastante grande y tiene un quilombo terrible de gente gritando, gente tirada en los pasillos y micros saliendo de todos lados. El micro nuestro se llamaba Huamanga, pero el boleto decía Huamanda, así que antes de subir ya teníamos una idea de a qué nos enfrentabamos. La gente empezó a llenar de bultos los maleteros, por lo que el viaje se pareció a los de Bolivia. Antes de que salieramos de la ciudad, una lluvia de globos de agua cayó sobre las ventanas del micro, uno pegó en un asiento, se reventó y me empapó, estuvo bueno porque hacía calor.
Tampoco habíamos salido de Cuzco cuando el ayudante de los choferes se recorrió el pasillo con bolsas de plastico en la mano, que repartió para que las personas vomitaran o hicieran alguna otra necesidad ahí dentro. Todos menos Alvaro y yo las tomaron, me aterró la idea de que alguien pudiese cagar o vomitar en las bolsas que en Argentina se usan para poner caramelos, pero ya los viajes en Bolivia nos demostraron que la gente de éstos países es capaz de cualquier cosa dentro de un colectivo.
Habíamos andado un rato apenas por las rutas descascaradas de Perú, cuando el colectivo pinchó una goma. Como entre 10 personas tuvieron que aflojar las tuercas, les llevó más de una hora a los choferes, el ayudante, y todo el que quisiera dar una mano, cambiar la rueda. Cuando nos bajamos, me sorprendió ver a las mujeres haciendo sus necesidades a la orilla del camino, acuclillarse al lado del micro, a la vista de todo el mundo, y mear o cagar cual si fueran animales. Se nos hizo de noche ahí, cambiando la goma en medio de la montaña, volvimos a entrar al micro y todos los pasajeros empezaron a sacar comida quién sabe de dónde, y se despacharon a destajo con arroz que tenían dentro de bolsas, pure de papas, y cosas raras que tenían un olor espantoso.
En un momento paró en alguno de esos pueblos perdidos en el medio de la nada donde todos se bajan del micro y vuelven con comida. Ahí había un perro afuera que empezó a ladrar y uno desde dentro del colectivo le respondió, tambien ví una caja con un pajaro que llevan los trogloditas del asiento de adelante, los mismos que llevan a otro perro dentro de una bolsa arpillera. El olor que hay en el micro es por demás de nauseabundo, han usado las bolsas para vomitar y de seguro para cagar, y no las tiraron por la ventanilla como les recomendó el que las repartió. Jajaja. Parece una pesadilla. No creo que con este olor, los muchachitos que lloran, las minas que gritan, y las demás cosas que pasan acá adentro, pueda pegar un ojo en toda la noche. Lo envidió a Alvarito que duerme y ronca como si estuviera en la mejor de las camas. Espero llegar a Lima cuanto antes.

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