miércoles, 23 de septiembre de 2009

Todo el oro del Perú














18/02/09

23:30

Lima (Perú)

A la mañana empezamos nuestra recorrida por la ciudad, la primera parada estaba bien cerca, era la iglesia frente a nuestro hostal. El centro de Lima tiene bastante de eso, un sitio interesante al lado del otro. Pegamos una recorrida por la plaza de armas, por la plaza San Martin, deambulamos un rato por calles aledañas, no sé cómo hasta ahora nunca nos perdimos en estas ciudades grandes, debo reconocer que casi todo el merito de ello es de Alvarito, ya que yo me perdí en la isla del sol y en Machu Pichu, y casi me pierdo dando la vuelta alrededor de la isla del pescado en el salar de Uyuni.

De todos los museos que visitamos el que más conforme nos dejó fue el museo de un banco que tenía entre otras cosas, una impresionante colección de objetos de oro. Éstos estaban dentro de una bóveda con las puertas blindadas más grandes y gruesas que ví en la vida. Parece mentira que cuiden con tanto ahínco esos objetos de los robos, teniendo en cuenta que éstos fueron robados antes de los palacios, las fortalezas, y las ciudades incas. Lo que más me impresiono fueron las máscaras mortuarias que les ponían a los nobles una vez fallecidos, y unos muñequitos de oro del tamaño de las sorpresita de los Jack que me encantaría tener en mi casa, sobre la biblioteca, al lado de las colecciones Jacks de Los Simpson. El museo de la inquisición tambien estuvo bueno, me llamo bastante la atención que reconocieran alguna de las tantas injustucias que cometieron los españoles en ésta ciudad, la más importante del continente en la epoca colonial.

Al mediodía vimos el cambio de guardia en el palacio presidencial, un circo barbaro, demasiada fantasía para una fanfarría que sonaba como el culo. Comimos un pedazo de pizza en un fast food de los tantos que hay en el centro, y nos tomamos un bondi para ir a la playa. Nos bajamos en el barrio Miraflores, supuestamente el más cheto y moderno de Lima. Por lo que vimos eso es verdad, el lugar contrasta y mucho con el resto de la ciudad, sobre todo con la Lima que vimos el día que llegamos, antes de bajarnos del micro que nos trajo desde Cuzco. Caminamos unas cuantas cuadras hasta llegar a la playa. En realidad primero llegamos a un lugar desde donde podíamos contemplar el océano pacífico en todo su esplendor, para bajar hasta la playa dimos vueltas como media hora.

El mar estaba hermoso, este océano es mucho más limpio y tranquilo y menos salado que el atlántico, el problema en el lugar donde estabamos nosotros era que la playa en vez de arena era de piedra, y meterte al agua te destrozaba los pies, un poco por las piedras filosas como vidrio que había que pisar para meterse al agua, y sobre todo por piedras grandes como pelotas de rugby que las olas traían del mar y después devolvían al mismo, y siempre las hacían golpear contra los pobres tobillos de la gente que quiere refrescarse un poco. El lugar está lleno de surfers, cuando nos arrimabamos a la playa un quía nos ofreció barrenar un poco las olas, la sola idea de ver mi cuerpo de rugbier venido a vemos y el de Quijote desnutrido de Alvarito dentro de un traje de neoprene, me causó vergüenza ajena. Igualmente la pasamos bien tirados en la playa, viendo un poco de chicas, y matandonos de risa de un naboleti europeo que estaba tomando sol muy tranquilamente hasta que una ola lo cubrió y luego se dejó caer sobre el cuerpo del pobre tipo.

Después de la playa nos metimos en el shopping, allí había otro museo, nos dieron unas entradas para el mismo y nos metimos a contemplar un poco más del saqueo que sufrieron los incas. Estaba muy bueno tambien éste. Nos fuimos ya al atardecer del lugar y tratando de encontrar un bondi que nos llevara de vuelta hasta el centro, encontramos un supermercado, el primero desde que salimos de Argentina. Compramos pan y fiambre, un poco de tocino, rabito, panceta, y demás cosas grasosas y exquísitas. Tambien un pan decente, parecido al de Argentina.

Tardamos una eternidad en llegar al hotel, el tránsito de la hora pico acá en Lima es tan caótico como en todas las ciudades grandes del continente. Es esta ciudad los bondis sólo utilizan un par de avenidas para recorrerla de punta a punta, pero ese método es peor creo que el de Bs As o La Paz donde los colectivos andan por cualquier lado. En realidad a nosotros no nos molestaba que el colectivo tardara mucho porque la aventura de andar en semejante jungla urbana era divertida, y además podíamos conocer parte de la ciudad que nunca veríamos de otra forma, el problema para nosotros era que teníamos el fiambre en la mochila y nos moríamos de ganas de hacernos unos buenos sandwiches.

Me pegué un baño y después con una mesa que había en la pieza, mi navaja, la tapa del termo de Alvarito como vaso, y papel higienico haciendo las veces de servilleta, nos pusimos a degustar el manjar. Rabito, tocino, panceta, pate foie, queso, mayonesa, parecía la formación del equipo de los sueños del sabor, pero de las pesadillas para la salud. Cada sandwich fue una bomba, una granada que iba a parar directamente al estómago.

Confieso que no puedo moverme, que estoy tirado en la cama tratando de que el estómago me crezca una vez más y la comida que ingerí se me pueda acomodar. La dieta forzada, -no por ratas sino por sentido común-, que veníamos llevando, hoy se fue al carajo. Tenemos pensado salir, conocer la noche de Miraflores, pero yo no creo que eso ocurra, si nos dormimos ni las balas nos van a despertar. No sé si estaremos vivos mañana, pero si los sandwiches que comimos son los culpables de nuestro deseso, morimos por una causa justa.

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