lunes, 17 de agosto de 2009

El valle sagrado




















14/02/09
22:58
Aguas calientes (Perú)


Mi día comenzó a eso de las seis de la mañana cuando me desperté por culpa de los ronquidos aturdidores de Alvarito, lo sacudí un poco y como no dejaba de emitir esos rebuznos propios de un animal salvaje, me vi obligado a despertarlo y amenazarlo con darle una buena paliza si no cesaban los ronquidos. No sé si por miedo o casualidad, el ruido se detuvo y dormí un rato más hasta que empezaron a sonar las alarmas de los telefonos. Mi compañero saltó de la cama, y todavía medio borracho como estaba, empezó a bailotear alrededor de la pieza y a contar todas sus andanzas en la noche cuzqueña: las alemanas a las que enamoró, los tragos que tomó, las peleas que vió, y miles de cosas más que hizo. Hicimos los bolsos, yo me pegué un baño y él bajó a desayunar, después esperamos al flaco al que le habíamos comprado la excursión, se llamaba Michelle, no entiendo qué le pasa a la gente de estos paises con los nombres.
El flaco llegó acompañado por una minita y medio a los apurones nos sacaron del hotel y nos cargaron en un taxi que había que tomarlo en la esquina porque es imposible que un auto entre en la calle de “Los girasoles”. Nos subimos Alvaro, Michelle y yo atrás, arreglamos lo que le debíamos, -creo que desconfiaba de nosotros, sobre todo de mí, temía que no le pagaramos-, e hicimos el viaje hasta una de las plazas del centro, casi descompuestos el flaco y yo por el panteón que se le salía a Alvarito de la boca cada vez que hablaba o respiraba. En momentos así me preguntó cuánta gente habrá sufrido por culpa de mi aliento la mañana después de una noche de alcohol, a lo largo de los años. Llegamos a la plaza y nos bajamos, la minita que fue con nosotros parecía ser jefa del flaco, y la vez tener un jefe, y éste, ser subdito del guía, que era el que parecía mandar todo ahí. No sé qué tajada de los 180 dolares le correspondería a Michelle, tampoco me importa demasiado. Empezaban a llamar gente para que subiera a un micro, a nosotros no nos llamaban y el vehículo se llenaba poco a poco. Por allá nos metimos, no nos sentamos juntos, pero sí uno al lado del otro, separados por el pasillo. La excursión era una especie de Babel, gente de todos lados, japoneses, yanquis, europeos, centroamericanos, eramos los unicos argentinos.
Arrancamos y salímos de la ciudad, la verdad que el paisaje de las afueras de Cuzco era bastante lindo, montañas con frondosa vegetación y ruinas arqueológicas por todos lados, un colectivo que subía y bajaba y nos permitía ver un paisaje muy bello. Después el guía empezó a hablar, a contar más o menos cómo venía la mano, de qué se trataba la cosa, nos presentamos por el microfono que tenía el guía, decíamos nombre y país, yo estaba sentado con un yanqui, Alvarito con una pobre chica de Costa Rica a la que estaría asesinando con el aliento. Al terminar el día nos habíamos hecho muy amigos de los dos. El guía era petiso y panzón, tenía una terrible pinta de borracho pero hacía muy bien su trabajo, le puso onda al viaje todo el día, y hablaba bastante bien en ingles por lo que los turistas que no hablaban español podían entender tambien las explicaciones que éste hacía.
La primera parada que hicimos fue en un pueblito que no sé ni cómo se llamaba, en realidad no sé si era un pueblito o una especie de feria regional, donde había productos y cosas que nosotros venimos viendo desde el norte argentino. Si no hubiesemos parado me parece que Alvarito hubiese dejado todo lo que había tomado la noche anterior en el regazo de Tania, la chica de Costa Rica, por suerte después de esa parada se le acomodó un poco la resaca. Lo hize entrar a un críadero de cuises que había pensando que el olor insoportable del lugar lo iba a hacer vomitar pero no lo afectó, después nos cruzamos enfrente y esperamos a que todos regresaran al micro para subirnos y seguir viaje.
Luego paramos en la banquina, a la vera de la ruta, para tomar unas fotos a un hermosisimo valle, a un pueblito de unas cuarenta o cincuenta casitas escondido entre medio de hermosas montañas. Las montañas son verdes en el lugar, hay un río en el medio de todo que al parecer es lo que permite que la flora floresca en lo más alto de los cerros. Hasta el cielo se volvía más celeste que de costumbre en el lugar, y las nubes blanquisimas y redondas parecían estar al alcance de la mano. No sé de dónde, pero una vez que nos bajamos, empezaron a aparecer peruanitos y peruanitas con porquerías para vender. De seguro que alguien entre tantos turistas que pasan por el lugar les compra algo.
De allí nos fuimos a Pisac. El lugar fue una importante ciudad Inca, en realidad forma parte del valle sagrado, que serían las ciudades cercanas a Cuzco, que era la capital del imperio. Yo no sé si alguien se hace una idea de lo que debió haber sido la capital del imperio cuando llegaron los conquistadores, más allá de todo el oro y la plata que se robaron es increible que hayan destruido por completo un lugar en el que vivían tantas personas. Pisac, o lo que queda de Pisac, es un complejo de ruinas que quedan entre las montañas, en lo más alto. Se pueden apreciar varios asentamientos distintos dentro de la misma ciudad, y las maravillosas terrazas donde los Incas cultivaban sus alimentos.
Comenzamos a caminar entre las ruinas, a subir por las montañas, nosotros nos desviamos un poco del camino y fuimos hasta una especie de caida que tenía la montaña desde donde venía agua de deshielo. Tomé y me mojé la cabeza con un agua límpida y fresca, con un sabor exquisito. El agua tiene sabor, olor y color, ésta de Pisac era un ejemplo de eso. Seguimos subiendo, nos sacabamos fotos, nos escapabamos un poco del grupo, el lugar es fantastico, las piedras con las que los incas hacían sus viviendas y templos religiosos son extremadamente perfectas, construcciones que resistieron terremotos durante más de cinco siglos y que de seguro los seguiran resistiendo mientras el mundo siga de pie.
Cuando ya habíamos hecho todo el recorrido por las ruinas, siempre arriba de la montaña, y estabamos volviendo para tomar el micro e ir a almorzar, otra vez la lluvia nos atacó. Fue un chaparrón ligero y no muy violento, pero nos obligó a apurar la marcha y a llegar casi corriendo al colectivo. Una vez que todo el grupo estuvo dentro del mismo, la lluvia mermó. Camino al restaurant, por medio de la dulce voz de Tania nos enteramos de que ibamos a poder comer todo lo que quisieramos en el lugar, por que era una especie de tenedor libre. Eso a nosotros que venimos viendo poca comida desde que salimos de Argentina, nos produjo una gran emoción. Llegamos nos pusimos en la fila, agarré un plato y me servi un poco de cada comida con carne que veía, sin tener la menor idea lo que era ni siquiera uno solo de los pedazos que echaba al plato. Pedí Coca para tomar, las bebidas se pagaban aparte, no estaban incluídas. Alvarito apenas si se había puesto algo de comida en el plato, fue el último de la fila y le quedó solo la resaca. Lo que yo comía estaba todo muy rico, vi después unos carteles y me enteré que era cuis, llama, cordero, pato, y no recuerdo qué otras cosas. Me serví dos veces más y la panza no se me llenó.
De ahí nos fuimos para Ollantaytambo, otra ciudad con ruinas enclavadas en lo alto de la montaña, una supuesta antigua ciudadela que era sobre todo, un enclave militar. El lugar era más lindo que el anterior, empezamos a subir por las terrazas, las laderas que alguna vez fueron paredes cubiertas por maiz, papas, habas,y todas las cosas que sembraban los incas. El sitio está rodeado por montañas como casi todo en esta zona, y las ruinas siempre estan en lo alto de las montañas. Están en las que uno pisa y camina, en las de enfrente, en las de derredor, en lo más alto de la que pisas. Recorrimos el lugar con el guía y el grupo hasta que estos se fueron y nosotros nos quedamos porque más tarde teníamos que tomar el tren a Aguas calientes. Seguimos un camino por entre la montaña para subir a las ruinas que estaban en lo más alto de la misma. Llegamos, contemplamos absortos la belleza y la soledad del paisaje, la inmensidad de las montañas, el pueblo casi perdido que servía como excusa para que se pudiera llegar y conocer las ruinas. Al rato apareció Gordon allí arriba, el yanqui que había viajado sentado al lado mío. Él tuvo la idea de seguir subiendo por la montaña a pesar de que no había camino ni nada más arriba. Los tres arrancamos por entre yuyos y piedras, y después de un largo trecho, hicimos cumbre.
En la cima de la montaña había una cruz de madera, desde allí se podía ver la cordillera de los andes. La inmensa columna vertebral del continente con sus cumbres heladas y solemnes contemplandonos quién sabe a qué distancia. El pueblo desde allí casi no se veía, sólo las montañas y la más bella y triste de las soledades. Estuvimos un buen rato en la cima, contemplando la inmensidad del lugar, después bajamos y recorrimos un rato más las ruinas, hasta que casi se hizo de noche y nos fuimos al pueblito. Todavía faltaban casi 2 horas para el horario de salida del tren por lo que nos metimos a un barcito a tomar una cerveza.
Entramos a un lugar al que se notaba que habían querido transformar en un bar irlandes o algo así, para atraer a europeos o yanquis como Gordon. Un changuito de más o menos 10 años nos hizo subir tres pisos y sentarnos en una terraza que daba a las ruinas de Ollantaytambo, la vista era hermosa, los últimos instantes del celeste pálido del cielo cayendo detrás de las ruinas y detrás de las montañas. Le exigí que la cerveza estuviese bien fría, acá en Perú al igual que en Bolivia la toman caliente, la cerveza caliente es como la orina. Trajo una botellita de 650 cm³ de Cusqueña. La Cusqueña es bastante pasable, parecida a la Brahma, un poco más de dureza al sabor le vendría bien. Nos tomamos 3 birras allí arriba, charlando de cualquier cosa, un poco en ingles y un poco en español. Gordon venía de Colombia y después de estar en Perú iba para el carnaval de Rio, nosotros estamos creidos que hacemos un super viaje y la verdad que comparado con los viajes que hacen algunas de las personas que estamos conociendo a lo largo del camino, el nuestro es un paseito nimio. Gordon, como casi todos los extranjeros que venimos conociendo, ha estado en Argentina y es medio fanatico del país, capaz que el nuestro es un lindo país para visitar pero no muy bueno para vivir.
Nos fuimos del barcito, teníamos que costear el río que corta al medio la ciudad y llegar a la estación de trenes para tomar puntualmente un Perú Rail que según el guía de la excursión de esa mañana, no espera ni al presidente. El tren es una reverenda mierda tal como me lo imaginaba, es un trencito onda el tren de la costa allá en Bs As que para hacer 40 km te saca treinta y pìco de dolares. Encima a nosotros nos tocó sentarnos de frente a dos europeos, -el tren en el vagón nuestro tenía los asientos enfrentados-, con las patas largisimas y tremendas caras de boludos; seguro ellos habrán dicho lo mismo de nuestras caras, pero al menos a ellos los treinta y pico de dolares no les duelen tanto.
Llegamos después de un viaje eterno y super incómodo a Aguas calientes. La ciudad de caliente no tiene nada, caía una llovizna bastante molesta, la garua del tango que canta como nadie el polaco, y la noche, como en el mismo tango, parecía un pozo de sombra. Había esperandonos en la calle, porque ahí te deja el tren más caro del mundo, al costado de las vías, un chabón del hotel al que teníamos que venir a dormir, y el guía de mañana en Machu Pichu, que nos dijo que a las 8 tenemos que encontrarnos en la puerta del lugar. Para conseguir un boleto y poder escalar el Wayna Pichu, vamos a salir caminando a eso de las 5 de la mañana, con una brasilera y un flaco que para mí es un argentino que se hace pasar por brazuca para estar con la minita, que conocimos cuando nos bajamos del tren y se hospedan en el mismo lugar que nosotros. La pieza no esta nada mal, nos dieron un control remoto pero la tele tiene 3 canales que se ven mal y son peores que los de aire de allá de Argentina. Me pegué un baño y me metí a la cama, Alvarito comía unas galletitas horribles que tiene en la mochila desde Bolivia. Mañana a las 4 va a arrancar el día más largo y espero más mágico de mi vida.

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