




06/02/2009
23:03
La Quiaca
Creo que todavía no habían sonado las alarmas de los teléfonos cuando Alvaro me dijo que tenía fiebre, le toqué la frente y saqué la mano rápido para no quemarme, le hervía la cabeza. Tuvimos suerte de no haber sacado los pasajes el día anterior, nos quedamos durmiendo y como a las 9 de la mañana decidimos que yo iba a ir solo a Villazón para cambiar plata, conseguir pasajes, y conocer un poco mientras mi compañero buscaba una farmacia donde le vendieran no sé qué medicamento que supuestamente le sacaría la fiebre. Creo que le hizo mal el viaje de Tilcara a La Quiaca, y tambien que está un poco apunado.
De cortos, remera y ojotas, con la mochila colgada al hombro, salí del hostel y caminé las siete u ocho cuadras que separaban el lugar donde dormimos, del paso fronterizo. Había gente amontonada en el paso, en migraciones, sobre todo del lado argentino, yo pasé rápido sin em-bargo, nadie me paró, ni me revisó, ni nada. Al costado del paso se ven cientos de bolivianos que cual si fueran hormigas, van y vienen de país a país sobre unas vías por las que ya no pasa ningún tren. Llevan bolsas y cajones de verduras sobre las espaldas, van encorbados cual simios, hombres y mujeres por igual, algunos hasta llevaban tres cajones de verduras encima, se mueven con una velocidad y un ritmo admirables.
Yo tambien caminaba rápido, en una casa de cambio cambié doscientos pesos, me dieron 390 bolivianos. La plata boliviana es tal cual me la imaginaba, como billetes gastados del estanciero, sólo que un poco más grandes que los del juego, plata vieja, gastada, plata que pasó por millones de manos. Esquivé los micros que llegan y salen de la calle y no de la terminal, ésta en realidad no existe, son un montón de locales en los cuales se venden los pasajes, pero los colectivos estacionan y cargan pasajeros donde pueden. Me llegué a la estación de trenes, tuve esperanzas cuando ví en una pizarra los precios del pasaje y que mañana salía un tren a Uyuni, pero al llegar a la ventanilla me dijeron que sólo quedaban tickets de clase ejecutiva, a ciento y pico de bolivianos. Me fui con algo de indignación, parece que en todo el continente es imposible viajar en tren.
Compré dos pasajes de colectivo a sesenta bolivianos cada uno, pagué con plata argentina, los micros no van derecho a Uyuni desde Villazón, así que en Tupiza vamos a tener que convinar. Elegí los asientos de un colectivo que hasta ese momento estaba vacío, no sé por qué tengo la impresión de que mañana no va a haber lugar de sobra en el mismo.
Volví a Argentina, Alvaro estaba mejor, a la tarde los dos nos dimos una vuelta por Bolivia, recorrimos los negocios que parecen reproducirse segundo a segundo, nos compramos un gorrito cada uno, fue el unico gasto extra que hicimos hasta el momento. Mi amigo pregunta precios y prueba en todos lados charangos que ambos sabemos que nunca va a comprarse. Perdidos entre la maraña de negocios, hay una cantidad impresionante de carteles que anuncían consultorios de odontología. Los bolivianos tienen las peores dentaduras del mundo, al que no le faltan tres o cuatro dientes y casi todas las muelas, tiene los incisivos enchapados, otros tienen colmillos enormes y desparejos, otros las dentaduras roídas, otros los dientes chiquitos, perdidos en encías que parecen gigantes, como si nunca hubiesen cambiado los dientes de leche. Si bien de seguro hay mucho trabajo para los odontólogos, no sé cuántos bolivianos podrán pagar el servicio de éstos. Cuando volvimos a La Quiaca y recorríamos un mercado en busca de fruta, la dueña del hostel nos encontró y nos pidió permiso para dejar hospedar a dos pibes en nuestro cuarto de cuatro camas; aceptamos.
Los pibes eran de Pergamino, llevan más equipaje que un soldado romano, y hasta el momento el viaje no se les estaba haciendo muy llevadero que digamos. La verdad que les ha pasado de todo y va a pasarles de todo si siguen así, me encantaría que llevaran un diario de viaje y algun día poder leerlo. Tienen pensado ir como mínimo hasta Ecuador. Consiguieron pasajes en tren hasta Tupiza y piensan hacer noche allí, yo sospecho que ese lugar no debe ser muy agradable para dormir. Llevan una guitarra aunque no tocan muy bien que digamos, con Alvarito, aunque sin mala intención, cometimos el error, -sobre todo yo que a pesar de ser zurdo agarré la viola-, de hacerles saber que tocabamos y sin esforzarnos, mucho mejor que ellos. Éstos sin embargo se defendían bastante bien cantando, cosa en la que nosotros no podemos ni arrancar. Hicimos entre los cuatro un popurri de rock antes de ir a cenar a una fonda donde comimos unas milanesas con papas fritas que estaban duras como piedras, -es la primera vez desde que salimos de Casares que comemos con cubiertos-, y miramos el partido de Huracán y San Martín de Tucuman; no sé con quién jugara Boca el domingo.
Lamentablemente nos tocó estar un día al pedo en la más fea de todas las ciudades que vimos hasta el momento, -San Salvador de Jujuy no cuenta-. Mañana a esta hora de seguro estare-mos durmiendo en Uyuni. La verdad es que no tenemos demasiada idea del salar y a mí un poco como que me cuesta imaginarmelo. De Tupiza y los pueblos que cruzaremos en el camino no sabemos absolutamente nada. Empieza el verdadero viaje y va a estar muy bueno internarse en lo desconocido.
23:03
La Quiaca
Creo que todavía no habían sonado las alarmas de los teléfonos cuando Alvaro me dijo que tenía fiebre, le toqué la frente y saqué la mano rápido para no quemarme, le hervía la cabeza. Tuvimos suerte de no haber sacado los pasajes el día anterior, nos quedamos durmiendo y como a las 9 de la mañana decidimos que yo iba a ir solo a Villazón para cambiar plata, conseguir pasajes, y conocer un poco mientras mi compañero buscaba una farmacia donde le vendieran no sé qué medicamento que supuestamente le sacaría la fiebre. Creo que le hizo mal el viaje de Tilcara a La Quiaca, y tambien que está un poco apunado.
De cortos, remera y ojotas, con la mochila colgada al hombro, salí del hostel y caminé las siete u ocho cuadras que separaban el lugar donde dormimos, del paso fronterizo. Había gente amontonada en el paso, en migraciones, sobre todo del lado argentino, yo pasé rápido sin em-bargo, nadie me paró, ni me revisó, ni nada. Al costado del paso se ven cientos de bolivianos que cual si fueran hormigas, van y vienen de país a país sobre unas vías por las que ya no pasa ningún tren. Llevan bolsas y cajones de verduras sobre las espaldas, van encorbados cual simios, hombres y mujeres por igual, algunos hasta llevaban tres cajones de verduras encima, se mueven con una velocidad y un ritmo admirables.
Yo tambien caminaba rápido, en una casa de cambio cambié doscientos pesos, me dieron 390 bolivianos. La plata boliviana es tal cual me la imaginaba, como billetes gastados del estanciero, sólo que un poco más grandes que los del juego, plata vieja, gastada, plata que pasó por millones de manos. Esquivé los micros que llegan y salen de la calle y no de la terminal, ésta en realidad no existe, son un montón de locales en los cuales se venden los pasajes, pero los colectivos estacionan y cargan pasajeros donde pueden. Me llegué a la estación de trenes, tuve esperanzas cuando ví en una pizarra los precios del pasaje y que mañana salía un tren a Uyuni, pero al llegar a la ventanilla me dijeron que sólo quedaban tickets de clase ejecutiva, a ciento y pico de bolivianos. Me fui con algo de indignación, parece que en todo el continente es imposible viajar en tren.
Compré dos pasajes de colectivo a sesenta bolivianos cada uno, pagué con plata argentina, los micros no van derecho a Uyuni desde Villazón, así que en Tupiza vamos a tener que convinar. Elegí los asientos de un colectivo que hasta ese momento estaba vacío, no sé por qué tengo la impresión de que mañana no va a haber lugar de sobra en el mismo.
Volví a Argentina, Alvaro estaba mejor, a la tarde los dos nos dimos una vuelta por Bolivia, recorrimos los negocios que parecen reproducirse segundo a segundo, nos compramos un gorrito cada uno, fue el unico gasto extra que hicimos hasta el momento. Mi amigo pregunta precios y prueba en todos lados charangos que ambos sabemos que nunca va a comprarse. Perdidos entre la maraña de negocios, hay una cantidad impresionante de carteles que anuncían consultorios de odontología. Los bolivianos tienen las peores dentaduras del mundo, al que no le faltan tres o cuatro dientes y casi todas las muelas, tiene los incisivos enchapados, otros tienen colmillos enormes y desparejos, otros las dentaduras roídas, otros los dientes chiquitos, perdidos en encías que parecen gigantes, como si nunca hubiesen cambiado los dientes de leche. Si bien de seguro hay mucho trabajo para los odontólogos, no sé cuántos bolivianos podrán pagar el servicio de éstos. Cuando volvimos a La Quiaca y recorríamos un mercado en busca de fruta, la dueña del hostel nos encontró y nos pidió permiso para dejar hospedar a dos pibes en nuestro cuarto de cuatro camas; aceptamos.
Los pibes eran de Pergamino, llevan más equipaje que un soldado romano, y hasta el momento el viaje no se les estaba haciendo muy llevadero que digamos. La verdad que les ha pasado de todo y va a pasarles de todo si siguen así, me encantaría que llevaran un diario de viaje y algun día poder leerlo. Tienen pensado ir como mínimo hasta Ecuador. Consiguieron pasajes en tren hasta Tupiza y piensan hacer noche allí, yo sospecho que ese lugar no debe ser muy agradable para dormir. Llevan una guitarra aunque no tocan muy bien que digamos, con Alvarito, aunque sin mala intención, cometimos el error, -sobre todo yo que a pesar de ser zurdo agarré la viola-, de hacerles saber que tocabamos y sin esforzarnos, mucho mejor que ellos. Éstos sin embargo se defendían bastante bien cantando, cosa en la que nosotros no podemos ni arrancar. Hicimos entre los cuatro un popurri de rock antes de ir a cenar a una fonda donde comimos unas milanesas con papas fritas que estaban duras como piedras, -es la primera vez desde que salimos de Casares que comemos con cubiertos-, y miramos el partido de Huracán y San Martín de Tucuman; no sé con quién jugara Boca el domingo.
Lamentablemente nos tocó estar un día al pedo en la más fea de todas las ciudades que vimos hasta el momento, -San Salvador de Jujuy no cuenta-. Mañana a esta hora de seguro estare-mos durmiendo en Uyuni. La verdad es que no tenemos demasiada idea del salar y a mí un poco como que me cuesta imaginarmelo. De Tupiza y los pueblos que cruzaremos en el camino no sabemos absolutamente nada. Empieza el verdadero viaje y va a estar muy bueno internarse en lo desconocido.
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