jueves, 13 de agosto de 2009

La capital del imperio














13/02/09
22:13
Cuzco (Perú)


Alvaro dormía como siempre, imperturbable a todo, cuando paramos en una especie de aduana y se subieron cuatro tipos con pinta de ladrones, que tenían unos gorros que decían aduana, y que empezaron a los gritos moviendo unas linternitas para todos lados. Tres se fueron derecho a uno de los asientos de adelante, uno se paró justo frente a nosotros y empezó a preguntar por una mochila amarilla que había en los maleteros. Uno a uno todos los turistas empezaron a despertarse, los tipos se estaban manejando con una violencia injustificada, una chilena que era bastante rubia y blanca se paró con una cagazo terrible y más pálida que un cadaver y dijo que la mochila era de ella, la hicieron bajar pero al parecer con ésta no pasó nada. Al que le fue mal fue a un pobre o boliviano o peruano, que iba adelante y que llevaba un par de bolsas llenas de algún tipo de mercadería supongo, lo bajaron casi a las trompadas y le sacaron todo; el pobre tipo sólo quería laburar, pero en todos los países de este continente se jode igual a los que menos tienen. Para mí estos tipos tenían el dato y se los había pasado un bigotudo como de dos metros que se había echado una meadita al lado mío cuando el micro había parado a mitad de camino para que las francesas pudieran usar el baño de esa especie de kiosko. Después de eso no recuerdo nada hasta llegar a la terminal de Cuzco como a las cuatro y pico de la mañana, y medio abombados por el sueño y la hora, un flaco nos ofreció hotel a 25 soles, y el viaje en taxi, y no sé qué más, y con éste nos fuimos.
El hotel se llama los girasoles y aunque está medio alejado, en una calle tan fina que yo estirando los brazos puedo tocar un edificio y el que está enfrente, por la que no pasan autos y apenas podría pasar una bici, es un muy buen lugar, con tele, baño privado, desayuno, demasiado lujo para nosotros. Me levanté sin acordarme dónde estaba, después charlamos en el hall del hotel con el flaco que nos había mandado allí desde la terminal la madrugada anterior, éste nos explicó cómo era el tema para Machu Pichu. Salimos a recorrer un poco la ciudad, se nota realmente el cambio de un país a otro, Perú está más modernizado que Bolivia, aunque no sé si eso será mejor o peor, fuimos a cambiar plata, te cambian en cualquier lado, y de ahí, justo a una calle que desembocaba en la plaza de armas.
La plaza de Cuzco tal vez sea la más hermosa del mundo, tiene dos catedrales y un complejo edificios antiguos donde funcionan bares y negocios, todos dedicados al turismo. Cada dos pasos te ofrecen un massage, o masaje después si pones cara de qué no entendiste, más allá en alguna callecita finita y perdida, te preguntan si sos argentino o chileno y al revelarle tu patría te dicen que tienen fasito, no creo que nadie venga a Cuzco a comprar falopa. Alvarito se hizo un carnet de estudiante con el que le dan descuentos, perdimos casi media mañana con eso, después tuvimos que ir hasta las oficinas del Peru Rail a sacar un pasaje en el tren más caro del mundo, treinta y pico de dolares para hacer 40 km desde Ollantaytambo a Aguas Calientes, la ciudad desde donde se va a Machu Pichu. Es indignante que te roben de esa manera, el Peru Rail es otro de los grandes logros del neoliberalismo, una empresa extranjera que explota a los turistas y que no le deja nada al país en el cual comete sus delitos. Volvimos al hotel para confirmarle al chabón que ibamos a hacer la excursión a Machu Pichu que él nos ofrecía. Los 180 dolares que nos costó está, más los otros gastos que tuvimos en el día, nos hicieron gastar en unas horas en Cuzco, más de lo que veníamos gastando en casi dos semanas de viaje. La excursión son dos días, el primero vamos a unos pueblos con ruinas arqueólogicas, y el segundo a Machu Pichu, incluye esos pasajes de tren, un par de comidas, una noche en hotel.
Volvimos al centro, el hotel queda a unas 15 cuadras más o menos de éste. Tenemos que caminar por calles finitas de veredas en la que apenas caben los dos pies, calles con empedrados y adoquines por las que pasan a toda velocidad todo el tiempo, cientos de taxis que son los autos más angostos del mundo. Es complicado guiarse por el mapa que teníamos, porque las calles cada dos o tres cuadras cambían de nombre, así que camino al centro, andabamos por una calle que tenía como cinco nombres distintos. Fuimos a unas oficinas de turismo a sacar el boleto turistico ciento y pico de soles para poder entrar a las ruinas que tenemos que hacer mañana, y a los museos que hay en la ciudad, Alvaro pagó casi la mitad por el descuento que le hacían por el carnet. Empezamos a recorrer los museos, ninguno era demasiado interesante, el de arte popular era medio pelo tirando a malo, a re contra pelotudo, el de arte contemporaneo tambien, capaz que yo esperaba encontrar un Juanito Laguna de Berni, no sé. El historico regional estaba mejor, muchisimas pinturas de la epoca de la colonia, muebles antiguos, tenía más color, pero el mejor de todos fue el de Qoricancha, que tenía restos arqueologicos, y queda en un lugar donde hubo un centro ceremonial inca. Ese museo lo hicimos después de comer una pizza mitad de panceta mitad de jamón, con una jarra de limonada hirviendo para tomar. Se nos largó a llover como siempre, se estaba haciendo de noche.
Parece mentira que en ninguna plaza ni ninguno de los museos que vimos, allá una estatua, o algo que homenajee a Atahaulpa, a Tupac Amaru, o a algún emperador inca, o a algun inca común. Pareciera que la gente no quiere reconocer que en el lugar donde tienen una plaza hermosa, alguna vez estuvo la residencia del monarca de uno de los imperios más importantes de la historia. Todavía se ven los enormes muros incas, lo poco que no pudieron destruir, esas inmensas y hermosas piedras que ni los terremotos pudieron voltear. Da la impresión, y no sé por qué ya me estoy imaginando de que con la excursión se va a acrecentar, de que acá todo lo que tenga que ver con lo incaico sólo sirve para sacarle plata a los turistas.
La tarea más titanica del día fue encontrar una ferretería para comprar una cinta aisladora que sirviera para pegar mis zapatillas, las viejas y queridas Nike que sólo tienen la suela sostenida en el talón. Fue una de preguntar, y preguntar, y anda por calles que no existían, y ver con desesperación que nadie nos podía indicar el lugar exacto, y entrar a kioskitos, a almacenes, a farmacias, a cualquier lado para que en todos te dijeran que la cinta sólo se vende en las ferreterías. Hasta que por allí, en una calle que no teníamos ni idea del nombre, ni de su ubicación, vimos una ferretería, y otra al lado, y otra, y otra, y otra, y así como diez ferreterías pegadas entre sí, que quizás eran más si uno seguía caminando por esa calle, no sé por qué nadie abre un negocio de estos en otra punta de la ciudad. Entré a la primera que se nos cruzó al paso, y compre por cuatro soles una cinta color negra con la que espero andar por las ruinas del imperio incaico como si tuviera calzado nuevo.
Compramos tres botellas de dos litros y medio de agua mineral para el viaje, unas galletitas, tenemos que llevar poco equipaje, las mochilas nomás, los bolsos van a quedarse en el hotel. Alvarito me empezo a joder para salir pero me negué rotundamente, un poco porque hoy ya gasté demasiada plata, otro mucho porque quiero estar lúcido para dos días de excursión, y por sobre todo, porque no tenía ganas. Salió solo él, lo veo perfecto, espero que se pueda aguantar las excursiones sin chistar. Estamos a un par de días de conocer Machu Pichu, tengo la impresión de que el lugar es todo lo que imagino y un poco más tambien.

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